Le vi embobado, con sonrisa serena e impasividad eterna. Bien podría haberse confundido con una estatua si no hubiera sido porque empezó a acercarse a una de las esquinas del establecimiento donde había un expositor con muñecos de peluche enganchados por muelles.
El señor cogió uno, lila y amarillo, de piernas alargadas, ojos saltones y sonrisa abierta, y empezó a jugar con él.
Súbitamente soltó el juguete cuando vio que un empleado se le acercaba, y emprendió su marcha mirando al suelo como un niño al que acaban de dar una reprimenda.
Me han pasado más cosas hoy, como la anécdota del agua bezolla, (que entra por la boca y sale por... muy buen precio). Qué habrá pensado mi jefe de mi...
O como el farmacéutico que no me miraba a la cara hasta que me vio agachándome a la altura de sus ojos (cualquier día verás tu...)
Pero lo cierto y verdad es que mi día hoy ha tenido sentido solamente por ver la ilusión en los ojos de alguien de ochenta y tantos con mirada de menos de diez.
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