Y es que padezco una de esas enfermedades raras en las que el órgano motor transmite el dolor al órgano pensante y viceversa, y ya no distingo cuál de los dos está enfermo.
Así que curarme está siendo más difícil de lo que creía porque no sé dónde acudir.
Apago el fuego en uno, y se enciende en el otro.
No puedo más.
Dicen que quien resiste gana, pero yo por más que resisto no hago más que perder. Sólo recibo golpes y cada vez más fuertes, y no sé si merece la pena.
Todo es absurdo. No llego a entender nada, no comprendo nada.
...Y mi cabeza sigue latiendo, nada me hace efecto.
¿Perspectiva? ¿Espacio? Nada me vale.
Empiezo a tener claro que el único antídoto es convencer a mi corazón para que deje de pensar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario