- ¿Alguna vez me has querido?- Preguntó la roca al mar
- ¿Por qué dices eso? ¿No me has visto siempre a tu lado? ¿Qué más pruebas necesitas?- Respondió
- No quiero pruebas, quiero sentirlo – Dijo ella – Yo siempre estoy aquí esperando a que vuelvas sin moverme de mi sitio, sin mirar a otros mares, sin embargo tu vas y vienes, visitas otras playas, llegas a otros acantilados con miles de rocas como yo y cuando vuelves no dices nada, y hasta te enfadas si pregunto.
- No hay nada que decir – Contestó el mar sin mirarla.
- Mírame, siempre he sido fuerte. Ni el viento puede conmigo. Hubo un tiempo en que cuando venías, mil veces podías acercarte a mi y ni siquiera me rozabas. Pero me conseguiste, y deberías sentirte orgulloso sabiendo como sabes que no hay roca como yo. Sin embargo te has dedicado a chocar contra mi y a herirme tanto que pequeñas lascas se desprendieron de mi cuerpo. Me dijiste que no le harías daño a mi corazón, y lo has roto en mil pedazos, has quebrantado mi base haciendo que toda mi confianza en ti se desplomara, y ahora ya no sé recomponerla, porque lo intento pero tus respuestas no me valen.
No me vale tu altanería ni tu autosuficiente inmadurez, no me valen tus humos ni tu espuma, y mucho menos me valen tus reproches cargándome tus culpas y tu victimismo sin razón.
- Me voy, para hablar de esto no debería haber venido - espetó el mar.
- Esperaba eso de ti, cuando se ponen las cartas sobre la mesa desapareces. Eres incapaz de tener la decencia de quedarte. Sólo piensas en cómo te sientes tú y en lo incómodo que es no esconder la mierda bajo la alfombra en estos momentos y dejar el tiempo correr.
No te has parado ni un segundo a pensar que me has destrozado la vida, que tus mentiras te han desprestigiado y que tu actitud cobarde sólo ha dicho de ti lo que eres en realidad.
- …
- ¿Sabes qué es lo bueno de todo esto?
Que yo sigo siendo ROCA y lo seré mientras viva, y que tú serás mar, inestable y loco, revuelto y húmedo, traicionero y huidizo y a nadie le valdrá tu falso canto de sirena ajada.