Estábamos tan ricamente sentadas en el sofá viendo un poco la tele después de cenar cuando de repente oigo a Zuri que estaba en nuestra habitación.
No era un ladrido, ni un quejido, ni un bostezo sonoro de los suyos así que Polita salió corriendo a ver qué pasaba.
La bajera como un cristo bendito. La pobre había vomitado toooooda la cena y aun seguía con espasmos abdominales y el cuerpecito encogido.
Poco a poco ha ido recuperando el ser. No se ha separado de nosotras en toda la noche, y no quiere más que mimos, caricias, besos y calorcito en la barriga. Pobrecita mía.
Después de la experiencia con Kira, la perrita de nuestra gurú, que se murió hace un par de semanas envenenada por culpa de desaprensivos animalofóbicos, estamos que no se nos pega la ropa al cuerpo cada vez que vemos a Zuri olisqueando en el jardín. Si encima la vemos vomitando ya ni te cuento.
Parece que este caso se trata de cuerpo revuelto por el celo. Veremos qué tal se despierta mañana.