Hace pocos días empezamos año. Estrenamos ilusiones, tratamos de empezar de cero, hacemos borrón y cuenta nueva y decidimos conservar pocas actitudes que nos han ido definiendo hasta ahora. Madurez dicen que se llama...
Yo camino, me dejo llevar por la vida, por las circunstancias, por los sentimientos y voy dejando atrás para no caminar con mucho peso.
Siento cosas extrañas. Miedos.
Tomar decisiones y asumir las consecuencias es muy difícil, hay que ser muy responsable para eso y tener las ideas muy claras, pisar muy firme y no vacilar ante nada.
Yo sin embargo soy débil.
Trato de no expresar mi opinión porque creo que es la que menos vale, la que menos cuenta, la que antes fracasará. Sin embargo doy una imagen contraria.
Que soy valiente dicen, y me aumentan el ego hasta el infinito sabiendo a ciencia cierta que no es verdad, pero me vale con el pinocho miénteme.
He vuelto a soñar con ella, la segunda vez desde Reyes hasta hoy, y me he despertado a las 4 de la mañana sobresaltada y con angustia, pensando que no tenía que salir a las 6 y media, que la niebla no es buena compañera y menos por la noche. He tardado en volver a dormir y a las 7 se ha ido. Ya ha llegado sano y salvo y espero que no lo pasen mal ninguno de los dos.
Pienso y siento que no tengo ningún derecho a estar triste, que a mi no se me ha muerto nadie porque no la cuidé yo, que los que de verdad están de luto son ellos, sin embargo me angustio, y lloro cuando no hay nadie, y la recuerdo, y me hace sonreír. Aun no lo he asumido.
Todavía llamo queriendo saber cómo está, cómo ha pasado la noche, si ha comido bien o si está tranquila.
Estoy triste, tengo pena, siento que me falta, pero a la vez como si no tuviera ningún derecho, como si fuera un hijo pródigo que se fue para no volver nunca.
¿qué derecho tengo yo a sentirla como mía?
Sé que estás en un buen lugar y sé que sabes que yo te quería y te quiero, y que siempre, siempre, siempre estarás en mi recuerdo, en mi alma y en mi corazón.